Frente a mis ojos ha nacido un nuevo mundo que no logro comprender, con leyes
adversas a la realidad que a la vez son paralelas a esta. Nuevos entes de
extraños cuerpos, bestias que reptan sobre sus espaldas escamosas ayudándose
con sus largos apéndices y vociferando en lenguas extrañas, recorren un
bosque de altos troncos verdes y de hojas marrones. Un volcán blanco de
fondo, cuyo humo rojo cubre los cielos sin nubes. Los animales que reptan
respiran el aire tropical de la zona a la vez que de sus flancos se libera un
olor a carne podrida que corroe los árboles. Deben medir unos tres metros de
largo y uno de alto. Siento penas por estos brutos repugnantes condenados
todos a desaparecer al siguiente cambio de figuras.
Es una realidad, una
lluvia de granizo ardiente cae sobre ellos aplastándolos a primera vista.
Los árboles arden con furia y sus cenizas se mezclan con el oscuro
y siniestro cielo inmutable. Los animales aplastados se incorporan ya de
pie, las heridas no los han
matado, pero si han acomodado sus estructuras de
manera que ahora se yerguen bípedos y hablan una lengua menos gutural. En
poco tiempo forman una pequeña tribu para sobrevivir, se alimentan de
sus
contemporáneos no favorecidos por los granizos y a los que dan pronta
caza. Las figuras vuelven a danzar desprendiéndose de esa irrealidad, apunto
esta de morir el nuevo mundo. Pero ¿Qué es esto? ¿Será posible que me puedan
ver? ¿Es que sin darme cuenta he abierto la ventana y la he cruzado? Se ha
aferrado a mi pierna mientras volvía, sus garras destrozaron mi carne durante
el regreso casi desprendiéndola del hueso. Grité de dolor y maldije
mi osadía por entrar a reinos perdidos a través de esa ventanade figuras
cambiantes.
Desperté de mi sueño, el caleidoscopio de cristal
despedazado en el piso, debo de haberlo tirado mientras dormía al igual que
la botella Quilmes que yace a mis pies. Mi departamento esta oscuro
y
desordenado, como siempre iluminado solo por el cartel de neopreno
del restaurante de enfrente. Afuera llueve fuertemente, veo las
gotas suicidándose contra la ventana y algo más. En el cristal se
ve un
rostro casi imperceptible que mi experiencia con el caleidoscopio me permite
contemplar. Me están observando esas facciones reptilianas desde la calle.
No. Es un reflejo, el dueño de ese rostro, esta detrás de mí.
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