jueves, 1 de marzo de 2012

La Ventana Cambiante

     Frente a mis ojos ha nacido un nuevo mundo que no logro comprender, con  leyes adversas a la realidad que a la vez son paralelas a esta. Nuevos entes de extraños cuerpos, bestias que reptan sobre sus espaldas escamosas ayudándose con sus largos apéndices y vociferando en lenguas extrañas, recorren un bosque de altos troncos verdes y de hojas marrones. Un volcán blanco de fondo, cuyo humo rojo cubre los cielos sin nubes. Los animales que reptan respiran el aire tropical de la zona a la vez que de sus flancos se libera un olor a carne podrida que corroe los árboles. Deben medir unos tres metros de largo y uno de alto. Siento penas por estos brutos repugnantes condenados todos a desaparecer al siguiente cambio de figuras.
     Es una realidad, una lluvia de granizo ardiente cae sobre ellos aplastándolos a primera vista. Los árboles arden con furia y sus cenizas se mezclan con el oscuro y siniestro cielo inmutable. Los animales aplastados se incorporan ya de pie, las heridas no los han
matado, pero si han acomodado sus estructuras de manera que ahora se yerguen bípedos y hablan una lengua menos gutural. En poco tiempo forman una pequeña tribu para sobrevivir, se alimentan de sus
contemporáneos no favorecidos por los granizos y a los que dan pronta caza. Las figuras vuelven a danzar desprendiéndose de esa irrealidad, apunto esta de morir el nuevo mundo. Pero ¿Qué es esto? ¿Será posible que me puedan ver? ¿Es que sin darme cuenta he abierto la ventana y la he cruzado? Se ha aferrado a mi pierna mientras volvía, sus garras destrozaron mi carne durante el regreso casi desprendiéndola del hueso. Grité de dolor y maldije mi osadía por entrar a reinos perdidos a través de esa ventanade figuras cambiantes.
    Desperté de mi sueño, el caleidoscopio de cristal despedazado en el piso, debo de haberlo tirado mientras dormía al igual que la botella Quilmes que yace a mis pies. Mi departamento esta oscuro y
desordenado, como siempre iluminado solo por el cartel de neopreno del restaurante de enfrente. Afuera llueve fuertemente, veo las gotas suicidándose contra la ventana y algo más. En el cristal se
ve un rostro casi imperceptible que mi experiencia con el caleidoscopio me permite contemplar. Me están observando esas facciones reptilianas desde la calle. No. Es un reflejo, el dueño de ese rostro, esta detrás de mí.