lunes, 25 de junio de 2012

Ojos Ambar


Cooper tecleaba tan rápido como podía, sabia poco de ordenadores como todos los nacidos en el nuevo mundo. Sus habilidades eran básicas y no podía solucionar la mayoría de los contratiempos que le surgían a medida que conseguía la copia de los datos depositados en el viejo equipo. No facilitaba las cosas que el mismo se encontrara funcionando solo de milagro con la energía auxiliar. Las instalaciones habían sido abandonadas hacia mucho tiempo y ahora eran un nido de depredadores. El equipo de Cooper podía confirmarlo pues él era el único sobreviviente, Larris había caído tras reactivar el generador de reserva junto con Browsell. Callman y Ederice cubriéndolo mientras subía las escaleras. Ahora solo tenia unos minutos para terminar, observaba como la barra de copiado se iba llenando lentamente.

Escucho ruidos en el corredor, algo se acercaba, unas filosas garras chirreaban contra el suelo de metal. Uno tras otro comenzaron a escucharse los gorgoteos de animales hambrientos. La puerta estaba trancada pero no resistiría mucho tiempo, su única salida eran las escaleras al final del cuarto de monitores. Una especie de alarma sonó en el ordenador antes de que la lectora de CD se abriera con uno en su interior. Cooper lo guardo y sin perder tiempo comenzó a correr. En su escopeta solo quedaba una bala pero no pensaba dejarla, no podía darse el gusto de dejar abandonada una escopeta que era propiedad suya.

La puerta cedió de golpe chirriando sobre sus goznes y las criaturas entraron ya en carrera. En ese preciso momento el generador llegó a su límite y todo quedo a oscuras. La tenue iluminación que sobrevivía era solo resultado de la luz de luna que llegaba desde las ventanas, en su mayoría rotas. Los saurios corrían ágilmente entre las sillas y mesas manteniendo sus colas rectas. Ninguno de ellos media más de metro y medio pero eran fuertes en número y agresividad. Uno de ellos salto sobre la mesa principal derribando todos los ordenadores mientras corría sobre ella, era este el líder de la cacería. Eran cinco.

Cooper cerró con todas sus fuerzas la puerta una vez que hubo cruzado justo cuando uno de ellos saltaba hacia el. Perdió el equilibrio y cayo de espaldas sobre los primeros escalones. La cabeza reptiliana comenzó a asomarse por la puerta lentamente olfateando mientras buscaba a su presa. Cooper dio una patada a la puerta con semejante fuerza que fue capaz de expulsar a la criatura de regreso a la sala de monitores. Reincorporándose tan rápido como pudo corrió el cierre justo cuando el ataque reiniciaba.

Subió las escaleras cubierto de una capa de brillante sudor con el corazón acelerado. En esos momentos estaba seguro de que moriría, había visto su rostro reflejado en los fríos ojos ámbar del depredador y supo que moriría. Posiblemente al terminar de subir esas escaleras y abrir la puerta ya habría uno esperándolo. Preparó su escopeta antes de lanzarse contra la última barrera.

Pero no había dinosaurios ahí, sino una especie de depósito con varias cajas ya desechas por la humedad y un pequeño escritorio en el centro. No había más puertas, pero si una escalera de barras metálicas que terminaba en una escotilla de acero oxidada por el correr del tiempo y cubierta de sangre seca. Arrastró el pequeño mueble y bloqueó la entrada por la que había llegado. Empezó a trepar tras acomodar la escopeta para que no le estorbara. Cuando ya estaba a una altura considerable se detuvo y reclinó su frente contra uno de los barrotes. La adrenalina comenzaba a desaparecer y se sentía muy cansado. Cruzó el brazo derecho tras la escalera y descansó unos segundos, quería respirar aliviado por unos momentos para aclarar sus ideas,

Celebraba una breve victoria interna cuando un resoplido con olor  sangre  hizo que sus cabellos negros se agitaran.  Junto a él, dentro de una enorme ventilación que no había notado se asomaba otra cabeza reptiliana con ojos amar brillante. Unas fauces se cerraron sobre su brazo izquierdo haciéndolo gritar de dolor. Soltó los barrotes, lo que lo hizo decender unos centímetros. La puerta cedió y los cazadores se reunieron a pie de la escalera dando pequeños saltos. La bota de Cooper golpeo el hocico de uno y con el impulso logro recuperar la distancia.

El animal de la ventilación apretaba con fuerza pero no tratando de desprender la carne del hueso con sus filosos colmillos sino tratando de retenerlo. No le quitaba los ojos a su presa. Eso le habían dicho en su entrenamiento, “Así cazan los depredadores, no dejan de mirarte mientras te matan. Así te atrapan, te congelan con la mirada y cuando llegas a reaccionar ya es tarde”. Era verdad, nada se comparaba con el destello de aquellos ojos ámbar que irradiaban una frialdad sepulcral. Entre los colmillos y el brazo brotaban finos hilos de sangre carmesí.

Cooper alcanzó el arma con el brazo libre pero con dificultad ya que debía usarlo al mismo tiempo para mantenerse en la escalera. No podía dispara porque necesitaba dos manos, así que trató de liberarse golpeando al animal en el rostro con el arma. La criatura irritada por la agresión soltó a su presa para morder el cañón sin saber de que se trataba, no lidiaban seguido con humanos. Con el brazo aun adolorido gatillo el arma. El estruendo se triplicó dentro de la estructura de metal que se vio salpicada de sangre y fragmentos de huesos. El arma cayó suspendida de la correa mientras los demás depredadores observaban en silencio intrigados por la muerte del líder.

El sobreviviente observó su brazo casi inservible más por el dolor que por el daño. Entonces se percató de lo sombría que se veía la ventilación más allá del cadáver y le pareció oír el chirrido de garras contra metal provenientes de aquella oscuridad. Terminó de subir y corrió la escotilla con su brazo sano a costa de mucho esfuerzo.

La lluvia nocturna le baño el rostro y el cielo estrellado le dio la bienvenida a la terraza del edificio. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando observó la selva que se extendía en el horizonte porque entonces comprendió que estaba solo. La luna llena brillaba majestuosa en el horizonte pero al mismo tiempo su liquida luz daba un aspecto tétrico al entorno. Sacó su comunicador del cinturón y lo encendió sin saber si alguien llegaría a escuchar el mensaje.

– Aquí Cooper Willton, miembro del equipo de recuperación Gaskhid. Soy el único sobreviviente de mi equipo. Me encuentro en las coordenadas 16-5 del sector 4, las instalaciones abandonadas. Nos encontramos con dinosaurios, identificación herrerasaurus. Misión de nivel 5. Alguien me recibe.

Solo le llegó estática desde el comunicador. El brazo herido comenzó a dolerle con fuerza, lo sentía palpitar, necesitaba tratamiento medico con urgencia ya que la saliva de los terópodos resultaba venenosa para los humanos. Se acercó al borde del edificio, abajo estaba el vehiculo que Larris y Browsell habían usado, aparcado cerca de la entrada al reactor subterráneo. Observó la escalera de incendios, esa era su única oportunidad de salir de allí pero el estado de la misma era deplorable y parecía a punto de desprenderse como un gigantesco cadáver de metal oxidado.

Un ruido a sus espaldas lo hizo voltearse. En medio de la oscuridad varios ojos ámbar comenzaron a brillar entre la oscuridad. Cooper no podía regresar, se arriesgó en la escalera. El metal chirriaba bajo el peso de su cuerpo pero tenia que apresurarse en bajar las cuatro plataformas. La sangre no dejaba de brotar por la herida y le pareció que estaba levantando fiebre. Arriba las criaturas parecían estudiar la situación formulando una estrategia. “Bestias tontas” como era que en el mundo antiguo los habían considerado así pensó. Habían sido capaces de derribar a todo un equipo de recuperación bien armado.

Cooper se dio cuenta de que estaba divagando por la fiebre, no todo el equipo había caido, tenía que concentrarse en escapar y no en la desventaja de su situación. Se aseguró de llevar el disco, todo habría sido inútil de no tener el disco. La escalera de pronto se sacudió intensamente, un herrerasaurus había saltado a ella con fuerza y ahora descendía con la misma brusquedad. Los viejos fierros no resistieron y la estructura se desplomó violentamente. Adolorido, Cooper trató de levantarse pero estaba atrapado bajo una pila de chatarra. El animal yacía a unos centímetros de él con el cuello roto.

Se arrastró como pudo hasta quedar libre pero el brazo ahora le dolía mucho más. Un hilo de sangre broto de sus labios mientras se acercaba al vehiculo rogando que funcionara. Sujetándose a la puerta logro ponerse de pie aun tambaleándose, las rodillas le flaqueaban. Abrió lo más rápido que pudo y de un momento a otro se encontraba en el interior del jeep. Buscó a tientas la llave y al girarla el motor rugió un tanto adormecido primero pero con más fuerza a los pocos segundos. Trató de observar el camino que tenia delante pero tenía la vista borrosa, sin embargo pudo percatarse de la figura que saltó sobre la delantera del vehiculo. Los ojos ámbar brillaban nuevamente frente a él y unas fauces llenas de dientes se abrieron liberando un aire cálido contra el cristal.

Pisó el acelerador y la criatura resbaló golpeando contra el vidrio haciéndolo retumbar en el marco, para luego deslizarse por la izquierda. El vehiculo se internó en la jungla mientras que tras él un grupo numeroso de herrerasaurus comenzaban a reunirse y a observar la jungla con cierta duda y temor, eran animales peligrosos pero muy acostumbrados a vivir en el territorio de las instalaciones abandonadas alimentándose de las alimañas. Selva adentro habrían muerto sin remedio, se olvidaron del intruso y regresaron al interior del edificio donde los esperaba su comida.

Dos kilómetros más adelante Cooper conducía tambaleante, le dolía la cabeza, el brazo y las piernas. Tenía fiebre y comenzaba a quedarse dormido. El sendero era lo que quedaba de una antigua autopista y se encontraba en pésimo estado. Finalmente perdió el control en una curva y el jeep salio del camino casi como volando. Cayó por un barranco profundo y se estrelló contra un árbol de corteza dura. Las luces delanteras comenzaron a titilar antes de apagarse mientras que del motor salía humo. En el interior Cooper yacía inconciente derrumbado sobre el volante y con la cabeza sangrando. A lo lejos se escuchaba una manada de grandes bestias que buscaban un lugar donde pasar la noche entre los pastos altos cerca del río.

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