Ya desde niño sintió un gusto desmesurado por el arte, especialmente aquel
que a ojos de los demás podía resultar grotesco. Podía perderse durante horas
en los detalles sombríos reflejados en cada porción del lienzo con
un profundo sentimiento de placer desbordándole el pecho. Sentía en cambio
un fuerte desagrado por el arte de principios hedonistas que era admirado por
todos. Su profunda fijación llego a perturbar a sus padres que lo mantuvieron
en tratamiento durante algunos meses hasta que el psicólogo dictaminó que
nunca había visto a un muchacho tan cuerdo, tan hábil de lengua que pudiera
expresar de una manera tan concisa sus inclinaciones estéticas sin
resultar desagradable. Finalmente su obsesión fue ignorada o mejor
dicho acallada por los resultados académicos que obtenía sin esfuerzo.
A los treinta años, libre de cualquier resto de la opresión paterna se
convirtió para su dicha en un excéntrico coleccionista. Artes oscuras y
macabras, reflejos del dolor humano, artistas condenados, perseguidos o
ajusticiados por la Inquisición. Su misma casa, ubicada en una colina
solitaria a las afueras de la ciudad había sido edificada por uno de aquellos
artistas locos, que obsesionados hasta el final por terminar su obra maestras
lo pierden todo. El pobre hombre había quedado encerrado por accidente en
el sótano, donde a falta de alimentos se vio obligado a devorar
sus propias manos en un arrebato de locura. A esas horas de la noche,
sentado en su sofá favorito contemplaba una de sus últimas adquisiciones.
Resultado de una mente enferma que había desaparecido de manera casi
diabólica de entre los hombres. Un enorme reloj cucu de unos dos metros de
alto y uno de ancho. Si
bien estos solían ser parecidos a pequeñas
cabañas, este se asemejaba más a una lúgubre mansión de formas retorcidas
y torres puntiagudas. La puerta doble aguardaba tranquila el paso de las
agujas para abrirse y liberar al ave de su encierro. Él esperaba tranquilo el
momento en que contemplaría en todo su esplendor el oscuro monumento que
había adquirido en una subasta del bajo mundo.
Fue entonces cuando las dos
sangrientas espadas chocaron indicando el cambio de hora y de día. El
mecanismo se activó repentinamente, giraban los engranajes internos muy
lentamente. La puerta
tembló, el resorte saltó disparado y en su punta... Oh
Dios, ¿es posible que la locura de una persona quede grabada dentro de
sus creaciones y se libere eventualmente de manera tan monstruosa
aun
después de la muerte del autor? ¿O es que el autor victima de su
locura se transmuta sin darse cuenta en una pesadilla viviente? Ahí
encadenada a la punta se encontraba el ave más monstruosa que ojos humanos
pudieran contemplar. Su plumaje negro y pestilente como la noche cubría todo
su cuerpo lleno de arrugas y deformaciones. Dos ojos saltones irrigados de
venas rojas, un pico curvo lleno de colmillos,
un aborto de la naturaleza. Cuando se sacudía liberaba una nube de cenizas
que caían sobre la fina alfombra.
Él estaba extasiado, tenía frente a su
persona al engendro perfecto, pero al mismo tiempo era la manifestación de
sus enfermizos deseos y sueños. Esa criatura le había quitado su meta, de
que le serviría seguir buscando algo grotesco si allí estaba la manifestación
de todo lo horrible. Lo odiaba,
rápidamente tomo un libro de una mesa cercana
y lo lanzó hacia la criatura mientras esta regresaba maldiciendo, a su nido.
El libro dio en el blanco y derribó el artefacto que cayó al piso
haciéndose pedazos. Esto lo horrorizó aun más. Elmonstruo estaba libre.
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